Un espejismo
vespertino-
sensible a ojos
adormecidos-
(de su mente
paralela,
que al mundo cayó
perpendicular,
empero hoy horizontal),
dio a luz una línea
alba,
nacarada de comienzo,
con siniestro
desenlace,
¿amor, arte o
fantasía?
No tan oscuro
todavía.
Pero la sombra no
abandona,
sigue en pie, no
perdona,
acecha el azabache,
la penumbra al fin
secuestra.
Un haz fugaz divisa,
a pasos pocos,
idealiza,
como fuego, enciende
imagen,
formas, colores y
sonidos.
Y así gira en la
vitrola,
Melancólica melodía.
El ser extraviado,
no comprende y
suspira,
brisas interrogantes,
¿a este lugar había
venido antes?
Entonces ve a esa
dama,
con la cara
borroneada,
enamorado, sin dudas,
acercase, con ansias.
Toma su mano, su
cintura,
danza una pieza,
dulce armonía.
Eterno ruedo del
amor,
que rodando con las
sábanas,
a punto de besar la
nada,
lo despierta la
mañana.